24/9/08

Angustia

Angustia. La palabra procede tal vez del latín, pero más ciertamente de los soldados romanos. Tiene que ver con el espacio: los soldados, en sus largas jornadas de marcha a pié, atravesaban estrechos desfiladeros donde el enemigo podía emboscarlos con facilidad. El miedo a morir en una trampa, la sensación en el bajo vientre al atravesar esos “angostos” pasajes, es la angustia; la incertidumbre de no saber si se llegará vivo hasta el otro lado.

Supongamos un sendero menos material que el desfiladero de los romanos, un camino intelectual o psicológico. El camino tiene su inicio en nuestros sueños, en nuestras expectativas y esperanzas; la salida llega cuando esos sueños se ven realizados, y en el medio la vida entera como una gran emboscada.

21/9/08

Los hombres no toleramos zambullirnos en la locura. Una inmersión drástica y violenta en las aguas del contraentido no genera más que rechazo y espanto. El cambio repentino de ambiente nos pone en alerta, nos permite identificar sin dificultad las anormalidades, todo aquello que se opone a la razón y al sentido común.
Los hombres somos esclavos de nuestros hábitos y costumbres. Somos gregarios y conservadores; no entiendo "conservadores" en sentido político. Los hombres propendemos a conservar el estado de cosas que nos rodea en cuanto nos encontramos adaptados a él. Esto es quizás comprensible en el caso de aquellas personas que obtienen ventajas de ese estado de cosas (estos son los conservadores en sentido político); pero también quienes se perjudican, quienes no obtienen ventajas evidentes, más sufren y quienes merecerían una vida mejor y más digna, todos los hombres prefieren, siempre y bajo cualquier circunstancia, que las cosas se queden como están.
Esta es la gran barrera que enfrentan, a lo largo de la historia, todas las revoluciones

20/9/08

Psycho break

Pensaba en esos pequeños quiebres en la continuidad de la razón que se presentan bajo condiciones muy particulares y muy ocasionalmente.
Es lo que sucede frente a la muerte. Somos poco aptos para enfrentar la muerte, no estamos nada preparados, preferimos no pensar, elegimos envolverla en un manto de ascepcia hospitalaria, enredada en la dura cubierta burocrática de las obras sociales y los servicios fúnebres. Ponemos el asunto en manos de terceros y nos dedicamos a olvidar.
Pero a veces la muerte llega repentina, sin darnos tiempo a maniobrar nuestra retirada. Y el ser querido se despide con un beso por la noche para no abrir nuca más los ojos.
A la mañana descubrimos la alteración de las facciones, la rareza del gesto nunca antes visto, esa incomprensible parálisis de todos los músculos, incluso los encargados de la respiración, esos que trabajan solos, perpetuos, esos que no se habían detendio nunca.
En ese momento los procesos racionales más básicos, en algunos casos, fuerzan su propio mecanismo para incorporar al engranaje una pieza defectuosa y así intentan ponerse en movimiento otra vez.
Pensamos "debe ser algo en el desayuno que no está bien; no le gustó y por eso no se levanta. Es que le preparé mal el café, no está como le gusta, no lo hice como lo preparo siempre."
Y con esto en la cabeza volvemos a la cocina a intentarlo de nuevo, una y diez veces y cincuenta y cien, desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde. Probamos un buen rato con el café y más tarde con las tostadas, elegimos otra bandeja, cambiamos tazas, cucharas, y volvemos a entrar en la habitación para enfrentarnos infinitamente al origen de nuestro error y desconocerlo.
Finalmente dejamos de intentarlo aunque la idea de que el error está en el café no nos abandona. Esperamos que se levante y nos diga "bueno, entonces lo preparo yo porque no hay caso, a vos no te sale."
En el transcurso de la tarde, si tenemos suerte, alguien viene a rescatarnos. Con el tiempo nuestro reloj mental expulsará la pieza dañada. Aquel día va a quedar en nuestra memoria envuelto en una bruma tenue de incomprensión de nosotros mismos. No habrá más remedio que entender y resignarse.

19/9/08

El libro como negocio - Parte 1

El 95% de las novedades editoriales que se publican mensualmente... son basura de la más alta toxicidad: del estilo que produce una duradera anemia mental.
Mucho se queja alguna gente de la basura que se derrama desde la pantalla de la t.v. directo al interior de nuestras casas; algunos opinan lo mismo de las radios aunque en menor medida: los buenos programas de radio compensan mucho mejor un caudal de basura mental que es, sin duda, más modesto que el televisivo.
En el caso de la industria editorial el tonelaje de basura compite palmo a palmo con el de cualquier otro medio de comunicación.
Hablemos de cantidades aproximadas: toda la información proviene de mi experiencia laboral, considerando con preferencia las cinco o seis editoriales más importantes (Sudamericana/Mondadori, Planeta/Emece, Alfaguara, Ediciones B y Norma, las cuales a su vez distribuyen otros muchos sellos editoriales); las editoriales menores se dedican casi exclusivamente a las publicaciones esotéricas y de autoayuda o, en muchísima menor medida, a la reedición de clásicos en calidad económica.
Mensualmente las editoriales publican, en conjunto, entre veinte y cincuenta títulos nuevos según el mes de que se trate, mientras que reeditan unos quince o veinte títulos (generalmente de su catálogo reciente, aunque aparece de vez en cuando algun "clásicos" mejor o peor traducido, prologado y anotado según el precio de venta al público). La inversión en publicidad de todo tipo que realizan las editoriales se destina a estas novedades y a los cuatro o cinco libros de mayor venta de cada editorial. Estos "éxitos editoriales" se mantienen en los rankings de los mejor vendidos durante períodos que oscilan entre una semana y cuatro o cinco meses (en casos verdaderamente excepcionales). Un libro muy afortunado puede rankear durante un año. El "Código Da Vinci", verdadero fenómeno de ventas, pasó casi cuatro años entre los primeros diez libros más vendidos.
Siempre que no se trate de una sorpresa impredecible (la editorial Planeta rechazó editar el "Código Da Vinci" en español cuando nadie lo conocía), las editoriales pueden - o intentan - preveer con relativo acierto cuánto tiempo se mantendrá la "capacidad de venta" de un libro nuevo, y en relación con esta proyección deciden qué cantidad de ejemplares se publican para cada caso.
Volvamos a los títulos nuevos que, bajo el título "servicio de novedades", las editoriales distribuyen mensualmente entre sus puntos de ventas.
Alrededor de cien títulos nuevos en unos servicios de novedades pequeños representan entre cinco y veinte ejemplares de cada título, promediando: unos mil doscientos ejemplares por mes que serán más o menos según el punto de venta y el momento del año. Esto es lo que envían, entre todas las editoriales "de punta", a cada librería, todos los meses.
Sin dejar de relativizar el número: mil doscientos ladrillos de papel, todos los meses, a cada librería. Un número interesante. Una buena montaña de papel.


Para leer la segunda parte: El libro como negocio - parte 2

Basura con solapa

La editorial Vergara & Riba de Argentina ha publicado, entre sus novedades de este mes, el título "La dieta sólo para chicas".
Esta editorial que explota el mercado del libro como objeto de consumo (en detrimento del libro como objeto de cultura), y cuyo catálogo de principio a fin no es más que una lista de porquerías dedicadas al sector femenino/adolescente, nos sorprende una vez más con un librito para lectores - según indica la contratapa - desde trece años en adelante.
El libro: hasta donde pude ver, el libro podría ir subtitulado como "EL MANUAL PARA LA FUTURA ANORÉXICA", y explota todas las neurósis, taras psicológicas, traumas e inseguridades de las adolescentes. En un tono condescendiente, políticamente correcto y halagador, la autora (que podría ser, como se anuncia, Daphne Oz - para nosotros una perfecta desconocida) se dedica durante 64 páginas ilustradas a cargar con basura del más grueso calibre a sus lectoras.
El público: este librito está inteligentemente pensado para la adolescente promedio y promediocre, chiquitas de escuela privada, familia acomodada, sin contácto con el mundo y altamente entrenadas en el vicio del consumo. La editorial maneja sus productos como si se tratáse de zapatillas o remeras, o discos o cualquier otro objeto comercial de moda entre los teens, y los teens responden al llamado. Especialmente este libro parece apuntar a darles a sus lectoras lo que sus familias luchan a diario por evitarles: un problema de la vida real, la anoréxia y los trastornos alimenticios.
Después de revisar las páginas de "La diéta sólo para chicas" nos queda una única duda: la idea de este libro ha surgido de la mente de un autor, esa idea ha sido alentada y luego impresa por un editor decidido a vender el libro, ha sido revendido a otras editoriales (como la misma Vergara & Riba) cuyos editores vieron la posibilidad de venderlos en otros mercados. Ha sido distribuido hasta llegar a las manos de su librero amigo y desde los escaparates se pone a disposición del público... ¿ninguno de los intervinientes se ha planteado la posibilidad de que este libro fuera (en mayor o menor medida, más o menos directamente) noscivo para sus lectores?...
Es evidente que no, tal vez nadie se haya hecho esa pregunta, solo parecen haber prestado atención a un solo hecho cierto: el libro tiene grandes posibilidades de venderse bien en su estrecho mercado de consumo (digo "estrecho" porque... en definitiva se trata de adolescentes lectores) y desaparecer sin dejar rastro (?) en algunos meses.

Promesas

Tengo pensado en estos dias postear unos comentarios sobre el negocio del libro, que espero resulten interesantes. Lo voy a hacer en 3 o 4 partes, porque el tema es largo. También quería colgar unos comentarios sobre Joseph Conrad (el extranjero que mejor describió a la América subdesarrollada en sus días) y meterme con algunas otras cosas.
La cuestión es que me fui enredando en un libro sobre el peronismo, y de ese libro pasé a otro y a otro, y a la saga de los revisionistas terminé allá por las biografías de Rosas (un poco también por ayudar a mi hija, que anda en estos menesteres en la escuela), hice una carambola con la Radiografía de la Pampa y no pude sino terminar cayendo otra vez en el Facundo de Sarmiento.
Y ahí, en el Facundo, junté tanta tanta bronca, que todo lo demás quedó apagado.
¿Qué clase de literatura nacional tiene por padre y mentor a un libro como el Facundo?
¿Qué país tiene como modelo de político y estadista a un tipo como Sarmiento?
Un minuto de silencio por el Chacho Peñaloza y todos los gauchos de la argentina que enterramos.
Me enojé tanto tanto que no escribí más.

18/9/08

Trabajo y cambio

Intento cambiar de trabajo. Conocí a un tipo y empezaron a surgir ciertas ideas, algunas propuestas; la cabeza se me llenó de ventajas y desventajas, evaluaciones a futuro, maniobras de probabilidades, cuentas de gastos y ganancias, pérdidas e inversiones. Todo esto en el marco del más profundo desprecio hacia mi ocupación actual. No dejo de decirme que estos cambios pueden ser largos y complicados, llenos de marchas y contramarchas; me pesa la apatía de la gente, en todas partes y en cualquier circunstancia, mi propia apatía.
Casi cinco años de trabajo, mi actual ocupación, el puesto que quiero abandonar sin ningún remordimiento. Al principio hubo una bonita luna de miel entre mi trabajo y yo: me sacó de la miseria y cortó todas las dependencias humillantes en las que estaba envuelto. Esto duró unos pocos meses; lo demás fue un largo proceso de adaptación y desencanto.
Es penoso, pero no queda más remedio que reconocerlo: la función que cumplimos, ese espacio laboral que ocupamos (o no) nos transforma, nos somete. Somos lo que hacemos (a despecho de la doctrina optimista que reza "hacemos lo que somos", porque el optimismo es para el que puede solventarlo). En general todos nos comportamos siguiendo una misma premisa: no se puede conseguir un buen espacio personal sin pisarle la cabeza al vecino. Algunos no encuentran inconveniente en esto, otros se conforman con dejar que los pisen. Al final nadie se fija a dónde vamos a parar entre tantos pisotones.
Es aquello de "el hombre lobo del hombre", aunque está incompleto. La comodidad, en un sentido psicológicamente bastante complejo, es un factor fundamental. Algunos son lobos, mientras la mayoría encuentra aceptable la función de cordero a cambio de determinadas comodidades, no siempre identificables a simple vista.
Pero me voy de tema. CAMBIAR DE TRABAJO, invertir horas extra en este asunto, pensar en el dinero, cuánto tengo, cuánto gasto, cuánto quiero... quisiera...
Me pregunto qué pensaría de mí la persona que yo era hace diez años... pregunda carente de toda originalidad, pero ineludible.
Esto no es un "adios a la ilusión", tampoco se trata de un intento trasnochado de rescatar los ideales perdidos. Nunca hubo ideales, tal vez y a penas algunas expectativas, falsas suposiciones, errores de juicio y criterio.
Esto es asombro de mí mismo. Asombro de la maleabilidad, de la capacidad de contradicción, del peso del entrono; y sin importar todo esto, asombro por ciertas persistencias, por determinada voluntad perseverante.
Veo que estoy dejando demasiados huecos inexplicados, lagunas de la argumentación. Muevo la escritura al compás de muchas cosas dadas por sobreentendidas. Pero no me interesa. Este fue un día de resignación; no me importó en ningún momento sepultarme en el olvido de los tiempos sin oponer la más insignificante (aunque digna) resistencia. Así que... ya está bien haber llegado hasta acá.
Mi librito personal de Nietszche habla del eterno retorno. Y a mi flojo intelecto le tomó una excesiva cantidad de tiempo captar la idea. Finalmente entendí que la cuestión no pasaba por incorporar ese concepto como si se tratara de un valioso factor técnico en si mismo. A Nietszche no le interesaba desarrollar y explicar un concepto filosófico de cierto valor para determinado conjunto de tesis sobre el ser humano.
Nietszche intentaba algo más sencillo y a la vez mucho más interesante. La pregunta era, en realidad, ¿qué valor tienen nuestros actos? y ¿cómo calculamos ese valor?
Si pensamos el tiempo como una continuidad infinita que marcha desde el pasado hacia el futuro sin detenerse jamás (según esa idea del tiempo que aprendemos en la escuela y que nunca cuestionamos) cada episodio de esa continuidad tendrá un valor infinitesimal en relación con el todo. Nuestros actos, en esa continuidad infinita, son gestos imperceptibles, ínfimos e intrascendentes.
Es preferible tal vez pensar, casi arbitrsariamente, casi porque si, que el tiempo, corriendo desde el pasado al futuro, llegará a un punto a partir del cual todo volverá a repetirse; y ese punto de reanudación, de repetición, retoma el ciclo una y otra vez. Cada episodio en esta versión del tiempo está condenado a repetirse eternamente, sin quitarnos por esto lo que otros llaman libre albedrío (el ciclo no necesariamente es siempre idéntico a sí mismo, y eso depende de nuestra voluntad de cambio). Esta contínua puesta en escena de nuestros actos los hace perpetuamente trascendentes, los valoriza, los carga de responsabilidad.
A partir de nuestras decisiones, nuestros actos y sus consecuencias se repetirán y perpetuarán en el tiempo.
Me gusta esta versión arbitraria llamada eterno retorno, pero no puedo dejar de preguntarme hasta dónde nuestras decisiones y nuestros actos dependen solo de nosotros, hasta dónde puede decirse que son nuestros, que nos pertenecen sin interferencias, hasta dónde llega la autonomía de nuestras propias vidas.
Porque repetir eternamente el propio error y la propia bajeza es algo que, una vez comprendido, puede hacerse con la frente en alto y con cierto orgullo cínico, pero ¿repetir el error y/o la bajeza decidida por otro sin nuestra autorización o consentimiento... quizás incluso sin nuestro conocimiento?
¿Y todo esto por un cambio de trabajo?
NO.
Se van a cagar. Todo se mezcla al paso de los días y de las palabras. No pienso intervenir con una falsa sensación de orden y coherencia en la redacción del caos cotidiano de las cosas.

Sobre algunas cosas que apredí de mi madre... en tanto que objeto de estudio...

Todos los seres humanos son buenas personas, siempre tienen razón en todos los asuntos en los que intervienen (con excepción de algunos temas menores en los que pueden admitir errores sin importancia), todos son justos, todos hacen bien las cosas, todos están en paz con sus conciencias.

Los que se equivocan, los que hacen las cosas mal, los que actúan llevados por motivos ambiguos y poco claros, los que no tienen razón, los injustos y egoístas son siempre los otros, los demás, los ajenos.

Todavía no descubro ninguna persona que no esté totalmente convencida de esto, y que no se comporte como si este gran axioma de la bondad inherente al sujeto no fuera cierto.

No se de nadie que ponga en duda seriamente su propia rectitud de conciencia y conducta, que descrea de sus motivos mas íntimos, que sospeche de la bondad de su carácter, de la justicia de sus medios y de la ecuanimidad de sus propias metas.

Nadie cree que pueda ser, ni aún de forma casual y transitoria, una mala persona. La maldad, la sinrazón, la injusticia, el egoísmo y, en definitiva, toda la lista de bajezas y miserias humanas, son consideradas como entidades absolutas que residen por definición en el otro, nunca en uno mismo.

Y si alguna vez caemos en alguna de esas bajezas, si nos corrompemos, si nos vemos tentados por la maldad, si hacemos algo que contradiga flagrantemente nuestra íntima esencia de bondad y rectitud, la cosa no pasa de ser circunstancial y momentánea, algo transitorio incapáz de trazar la menor huella sobre nuestras almas y nuestras conciencias sin mácula; porque cuando esto ocurre toda nuestra potencia mental trabaja para producir la mayor cantidad posible de justificaciones que nos disculpen, que den cuenta acabadamente de nuestras conductas, que nos permitan persistir en la creencia de nuestra bondad innata y perpetua.