13/5/09

Cosas claras


Las novedades editoriales son una mierda. Siempre, indefectiblemente. Las editoriales publican basura. Y les chupa un huevo. Quieren plata. Viven en un mundo en el que la literatura no existe. Su producto es el libro por azar, porque no son zapatillas, porque no son autos ni destinos turísticos. Debería ser tan clara la distinción entre literatura e industria editorial como la diferencia entre el día y la noche. Hace años que esa basura es mi trabajo. La más grande desilusión de mi vida. Los lectores son zombis sin voluntad inducidos por la publicidad a consumir mierda encuadernada. La gente inteligente y responsable lo sabe, y no hace nada, no le importa. Vivimos en un mundo en el cual todo esto puede pasar desapercibido. Todo esto puede ser normal.

La literatura es otra cosa. Debería circular por vías diferentes. Su circulación debería estar sólidamente asegurada y separada del mundo del dinero.

7/5/09

Epidemias



Nos azotan dos epidemias despiadadas: el dengue (o el cólera, o la gripe, según la estación)y el turismo. Son llamativamente complementarias y ambas provocan diarrea.

Y no hay drogas para combatirlas. Apenas el humo de los espirales anti-mosquito. Sólo al encender uno de esos espirales sabemos lo bajo que hemos caído, lo lejos que hemos llegado en este proceso de involución. Agachados sobre un plato de porcelana de segunda mano, agrietado, que tampoco era ningún lujo cincuenta años atrás cuando se lo fabricó. En la cocina. Un pequeño habitáculo digno de todos los epítetos del subdesarrollo.

Hoy me decidí por unas pequeñas dosis de cerveza no tan pequeñas. Contra todo hábito. Pero es que algo había que hacer. De alguna manera había que resistirse.

No nos olvidemos de esa aplanadora de la identidad que denominan "español neutro": la tercera plaga mortal. “Hijo, necesitamos que todos sean igualmente idiotas, así podremos lavar cerebros en una increíble cantidad de países al costo de un único programa de televisión.”

Y la publicidad, ¡Oh temible demonio apocalíptico!

Nuestros aspirantes a funcionarios públicos tienen tan poca conciencia política que, cuando el periodismo nos cuenta los entretelones de las candidaturas, no se sabe si estamos viendo un noticiero o un programa de chimentos del mundo del espectáculo. Llamativa convicción de los políticos: están seguros de que la "muerte de las utopías" y algo llamado "realpolitk" (y que no conocen) los autorizan a ser unos perfectos ignorantes.

Hay que darles la razón a los enamorados. Sólo a causa de su estado, sin atender otros méritos.

Los ojos se retuercen; los párpados tironean, se contorsionan. Cansancio a contra-pierna, desmontando la sintaxis de la vigilia. Quieren dormir. Quieren dormir; hay algo que no quieren ver.
El ridículo placer de derrochar dinero. Egoísta persecución de las cosas. “Tener” como verbo fundamental: verbo divino. No soy el primero que descubre en el consumo una pasión religiosa. Eso está ahí, implacablemente. Como un lugar común, comiéndose a las gentes por dentro. Y hasta parece estúpido protestar, como quien se queja de la dureza de las piedras, de la inefabilidad del más allá, como quien se queja de algo que no tiene remedio, que nunca va a cambiar. Y es tan sólido e inevitable, tan autosuficiente e incontestable, que empieza a despertar la mayor de las sospechas. Es una trampa. Hay que sospechar o sucumbir.

Flores por el piso, sin fidelidades para mis canciones. Y que Dios nos prohíba a todos mencionar su nombre. Su Nombre. Sin decirlo, sin nada, viene explicado en todos los libros de autoayuda, así que no puede haber derroches. Y que con todo su peso, mil trenes de carga te recorran la cabeza sobre sus ruedas de acero.

O que te mientan por televisión, que es más o menos lo mismo.