5/10/10

las malas noticias

    como en un recuerdo de la infancia el viento crepita entre las ramas altas de los árboles, las copas frondosas se agitan como melenas de muchas cabezas bailando; millares de hojas verdes y blancas se apropian del ruido de la lluvia, una parte con fondo en el cielo de nubes (entre los pájaros), la otra en oleaje espeso sobre el suelo, abraza las raíces de las que procede
    con el pulso de la respiración se mide la profundidad del espacio, el viento me pone una mano en el pecho para acompañar cada movimiento; los latidos repercuten en el paisaje como una gota que cae en el agua
    lo que parece imposible de calcular ya lo sabe inmediatamente la conciencia: el número de árboles hasta mucho más allá del horizonte, todas las distancias, dónde están las voces que no se escuchan, qué estás pensando esta noche sola
    pero es una ilusión, y ya no se qué estás pensando, y ya se que no estás sola

1/10/10

ver

    Y vos que estás todo el día con gente, ¿nunca te cansás de hablar? Una vez viajaba en colectivo, miraba por la ventanilla un montón de gente en un parque, entre los árboles, las veredas, los taxis, los paredones y los bancos de madera, todo estaba húmedo y gris, y hablaba todo el mundo con alguien, o escuchaba la radio, o miraba la televisión, o una música venía de lejos y las palabras llegaban flojas. El colectivo avanzó y se me ocurrió una cosa. Imaginate que tuviéramos los órganos de la percepción alterados, intercambiados o de alguna manera diferentes. Nuestra percepción del espacio y los objetos es visual, pero esa misma información nos podría llegar sin inconvenientes por los oídos, como los murciélagos.
    Imaginate que vemos por los oídos, con un sonar. ¿Qué hacemos con los ojos?, imaginate que los ojos son otra cosa, un sentido diferente, un sentido raro como el de los tiburones, que perciben la electricidad producida por las contracciones musculares, lo que hace “visible” para ellos los latidos del corazón de sus víctimas, el íntimo movimiento de la sangre. Con idéntico detallismo sádico podríamos ver (con los ojos) las palabras, y el mundo nos volvería locos y suicidas.