21/9/08

Los hombres no toleramos zambullirnos en la locura. Una inmersión drástica y violenta en las aguas del contraentido no genera más que rechazo y espanto. El cambio repentino de ambiente nos pone en alerta, nos permite identificar sin dificultad las anormalidades, todo aquello que se opone a la razón y al sentido común.
Los hombres somos esclavos de nuestros hábitos y costumbres. Somos gregarios y conservadores; no entiendo "conservadores" en sentido político. Los hombres propendemos a conservar el estado de cosas que nos rodea en cuanto nos encontramos adaptados a él. Esto es quizás comprensible en el caso de aquellas personas que obtienen ventajas de ese estado de cosas (estos son los conservadores en sentido político); pero también quienes se perjudican, quienes no obtienen ventajas evidentes, más sufren y quienes merecerían una vida mejor y más digna, todos los hombres prefieren, siempre y bajo cualquier circunstancia, que las cosas se queden como están.
Esta es la gran barrera que enfrentan, a lo largo de la historia, todas las revoluciones

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