*Mariana Garrido
Tengo un acantilado de arena en el bolsillo derecho. Quería que seas eso, y enterrarme hasta las rodillas en él, hasta quedar inmóvil y sacar una pala del bolsillo izquierdo, para comenzar a juntar arena y mas arena, amontonarla hasta cubrirte y que cada grano de arena sea una estrella perdida en el espacio, en la vía láctea o en cualquier lácteo de la góndola de supermercado, con el frío que se escapa y te llevás con vos cuando te alejás de la heladera. Pero el frío está con vos, en tu ropa, está con vos en la heladera, en el espacio y en los cuarenta y dos grados de sensación térmica que golpean en la playa y se espeja en tu piel quemada, en las células que mueren calcinadas debajo de tu protector solar, y sus restos que se van a ir en la rejilla de la ducha, o se convertirán en siamesas de las partículas de sal, en el agua del mar que va a calmar la piel hervida, llena de la sal que te faltaba, y el salero que me llevo en la cartera desde entonces a cada restaurante o cada casa, por si falta en alguna mesa, o en el picnic que vamos a hacer al borde del acantilado de arena, y no va importar si llueve, si la heladera quedó abierta, si el protector está vencido, si la costa es negra. Mañana la marea va a subir, cada grano de arena va a estar formando una constelación distinta, la rampa de un castillo al sol junto a un nene que dejó su yogurt a medio comer, mezclándose con la cal del edificio que todos vamos a ocupar y derribar, fingiendo ser sal debajo de la espuma.
http://borronyversonuevo.blogspot.com/
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