El domingo pasado en Villa Victoria, Alejo Salem (Emiliano Gonzalez) presentó su libro voluntades con pies redondos: “cuatro o cinco ideas generales –que tal vez sean una sola– desparramadas en treinta poemas”, según aclara la contratapa.
Una muestra de que este libro es mucho más que cuatro o cinco “ideas generales” la encontramos en el prólogo, que el autor nos deja reproducir completo a continuación:
Sin que este sea un libro divino -o por lo menos inspirado-, sí puedo afirmar que los poemas que contiene fueron escritos en el más absoluto estado de inconsciencia. Un libro escrito en base a la recurrencia involuntaria de ideas e impulsos. Julio Alfonso decía que no había que escribir con “la cosa” sino con su recuerdo. Yo adhiero, pero ¿qué pasa cuando el recuerdo insiste en repetirse o replicarse en distintas situaciones? ¿Qué pasa cuando la idea no quiere ser cambiada y lucha por manifestarse? ¿Qué pasa si la necesidad nos sobrepasa en peso, en altura, en fuerza?
Sin embargo, hay una conciencia de la realidad cíclica, de la periodicidad, de las sensaciones como un déjà-vu que no deja dormir.
Período es el tiempo que algo tarda en volver a su posición o estado inicial; es lo que tarda un fenómeno en recorrer todas sus fases; es, también la repetición indefinida.
La vida es cíclica y la poesía forma parte de la vida. La poesía es la vida.
La costumbre de recomenzar, de renacer da muchas posibilidades: se puede aprender y mejorar, se puede empeorar, se puede repetir exactamente igual o hacer algo completamente nuevo. Se puede – es lícito- no hacer nada; que al final de un ciclo siga otro inconducente pero finito. Se puede repetir un ciclo y que cada vuelta sea más rápida, si se quiere pagar el precio de convertirlo en un espiral centrífugo que nos aleje; o disminuir la velocidad, para que cada ciclo nos encierre más en nosotros mismos.
Se puede estirar un período como en la matemática -¿poesía y matemática?- y dejar un sentimiento perpetuarse hasta hacerse infinitesimal, pero persistente. Puede ser un dolor, una alegría, puntos suspensivos en el alma.
Hay poesía en lo cotidiano, en lo diario. Hay poesía como noticia de vida. Hay en la poesía una información que no puede ser nombrada de otra forma.
Sísifo condenado a subir siempre la misma roca, Prometeo a saber que su hígado va a ser comido todos los días. La certeza de que todo fue escrito una vez y para siempre y que siempre se va a repetir. Esta idea ya fue desarrollada numerosas veces. No hay nada nuevo para contar, es verdad. Nos queda la esperanza de que haya nuevas formas de contar o nuevos oídos dispuestos a escuchar.
Si sólo por jugar nos dispusiéramos a leer crónicas de otras épocas veríamos que las cosas ya han pasado muchas veces, que los diarios nos dan siempre la misma noticia, con –tal vez- alguna diferencia de nombre propios.
Los discos rayados no son más que un aviso, al igual que las olas o las nubes que pasan.
En algún momento puede haber un cambio, pero nunca una transformación completa: la percepción puede modificarse, la canción que estábamos cansados de llorar nos empieza a gustar a fuerza de repeticiones.
Podemos repetir una palabra muchas veces hasta vaciarla de sentido, sacarle todo significado hasta volverla un código nuevo; gracias a las innumerables posibilidades de la semántica por sobre la sintaxis, la vamos a usar de otra forma y va a seguir siendo la misma palabra.
Y así haremos algún día con la ausencia, el tedio, la alegría, el amor.
Palabras, significados. Somos palabras. Significamos. Valemos.
Cada uno puede asociarse a otro, y a otro, y a otro y dar lugar a un concepto. Cada uno puede chocar, enemistarse, discutir, ejercer su palabra, su significado.
Si digo “flor”, una parte de mí, una parte de ustedes, puede pensar en caléndulas, otra en tres cartas del mismo palo.
Si digo “marchar”, una parte de mí, una parte de ustedes, pensará en irse, otra en militares y fanfarrias.
Si digo “fantasma”, una parte de mí, una parte de ustedes, puede pensar en sombras, otra en nuestros propios miedos.
Hay palabras más esquivas, más gordas; voluntad, idea o fuerza nos van a traer significados distintos a una parte de ustedes, una parte de mí.
Y si una parte de mí, una parte de ustedes, prefiere una idea, es válida la disputa con otra parte de mí, de ustedes, que crea que el mejor camino es otro.
Uno, otro. Una idea, otra.
Un sentido, otro.
El camino es el mismo.
La palabra es la misma.
La persona es la misma.
Una parte de mí, una parte de ustedes.
addenda
el libro se puede conseguir en las librerías de Mar del Plata, o a través de los siguientes links:
1 comentario:
re bueno, felicitaciones alejo.
abrazo a ambos.
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