1/10/10

ver

    Y vos que estás todo el día con gente, ¿nunca te cansás de hablar? Una vez viajaba en colectivo, miraba por la ventanilla un montón de gente en un parque, entre los árboles, las veredas, los taxis, los paredones y los bancos de madera, todo estaba húmedo y gris, y hablaba todo el mundo con alguien, o escuchaba la radio, o miraba la televisión, o una música venía de lejos y las palabras llegaban flojas. El colectivo avanzó y se me ocurrió una cosa. Imaginate que tuviéramos los órganos de la percepción alterados, intercambiados o de alguna manera diferentes. Nuestra percepción del espacio y los objetos es visual, pero esa misma información nos podría llegar sin inconvenientes por los oídos, como los murciélagos.
    Imaginate que vemos por los oídos, con un sonar. ¿Qué hacemos con los ojos?, imaginate que los ojos son otra cosa, un sentido diferente, un sentido raro como el de los tiburones, que perciben la electricidad producida por las contracciones musculares, lo que hace “visible” para ellos los latidos del corazón de sus víctimas, el íntimo movimiento de la sangre. Con idéntico detallismo sádico podríamos ver (con los ojos) las palabras, y el mundo nos volvería locos y suicidas.

2 comentarios:

Carolina Bugnone dijo...

mirar y escuchar, dos delicias. me encantó el escrito

Pablo Hernández M. dijo...

por imaginar estamos aquí

saludos