8/11/09

confesión (autorretrato inmediato II)


a la noche leo acostado en la cama, pero cuando leo durante el día lo hago de pié, incluso caminando, tomo mate en la cocina y me muevo con el libro en la mano, a veces cobro conciencia repentinamente del cansancio, especialmente en las piernas, causado por el trabajo de ocho horas desgraciadas de cada uno de los días de mi vida, y ahí me ordeno depositar mi cuerpo en un sillón verde que tengo, para seguir leyendo, pero esto me pasa cada vez menos (a veces leo acostado en la plaza, tomando mate, o en la playa, cuando hace calor y hay buen sol), ese rato de lectura me redime, me recupera para mí mismo, justifica el paso lento y vertiginoso de cada minuto, no se juntan dos días seguidos en los que ese rato no se presente

cuando leo devoro las horas, no hay día en el que no abra, en consideración exclusiva de mi propio interés – eso no lo pueden decir muchos – entre diez y doce libros, algunos los leo en pocas horas, todo el tiempo que se le perdió a Proust yo lo encontré en cuatro noches arrancando después de cenar y sin llegar nunca dos minutos tarde al trabajo por la mañana, y me enorgullece compartir con Fitzgerald y kerouac la idea de que no es un verdadero escritor quien no haya leído a Proust

cuando una encuesta pregunta:
“¿Cuántos libros lee al mes?
A- ninguno
B- 1
C- 5
D- 10
E- más de 10”
me río de la pregunta, de la gente interesada en la respuesta, de la gente que la responde

leyendo, especialmente cuando leo parado, se me juntan unas palabras en la cabeza, y me pregunto si tienen fondo, de qué lugar vienen, les pido credenciales, y si las tienen me fijo para adelante, ¿a dónde van? me pregunto, esperando que puedan llegar muy lejos, si el examen es satisfactorio dejo el libro y escribo en un cuaderno, ahora tengo el hábito de escribir en la computadora, pero siempre estoy tomando notas en papel, necesito renglones largos porque escribo con una letra redonda y enorme que ocupa mucho espacio, escribo cada vez más apurado y resisto en el ámbito del papel todo lo que puedo, hasta que las ideas empiezan a estirarse demasiado, y ahí me paso a la computadora, esto quiere decir que además de leer parado, empiezo a escribir parado también, en mi cuaderno de renglones anchos

escribir es una forma muy específica de la felicidad, irónicamente intransmisible por medio del lenguaje

tengo épocas en las que escribo poesía, y después se me da vuelta la cabeza y sólo me sale prosa, a partir de ahí la poesía se convierte en otro idioma, no la entiendo ni como lectura, soy incapaz de descifrarla, pienso y sueño en prosa, registro y proceso toda la realidad en formatos desconocidos para el verso, tengo un ataque adolescente en mi glándula de la lógica (entiéndase: una lógica personal que no encuentra adaptación alguna en el marco de la realidad, pero que tampoco es compatible con la poesía), algunas de mis propias ideas, ocasionalmente, me ha dado motivos para la persistencia

una de las cosas que encuentro más agradables, a la altura misma del placer sexual, del placer de las drogas, del placer que se alcanza al obtener el más rotundo éxito en esta vida, es leer en voz alta, placer que encontré en dos únicas ocasiones considerando la influencia definitoria que ejerce sobre este punto el contexto: leyendo en voz alta para mis hijos, y leyendo en vos alta para una absoluta desconocida de la que estoy enamorado

a mis hijos podré infligirles estas lecturas el tiempo que me plazca, hasta que sean físicamente capaces de impedírmelo a puñetazos, la otra forma de este placer me ha sido vedada a partir de hoy

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo que creìa que era la ùnica a la que le gusta leer en voz alta :)
Saludos
Sandra

dæni dijo...

Nunca pude leer y caminar al mismo tiempo sin llevarme a medio mundo por delante.... es que me compenetro demasiado!

Ojala, tus hijos hereden de vos no solo el gusto de la lectura, pero que tambien puedan expresarse con la escritura =)