9/5/10

a la mierda en bote

             Me gusta la expresión de los yankis: “kick the shit out of you”, utilizada como la amenaza más sórdida imaginable. Nosotros usamos “romperte el culo a patadas” o "cagarte a patadas", pero la otra es más interesante, es psicológicamente morbosa. La idea es sacarte la mierda del cuerpo a las patadas, o pegarte hasta que te cagues. Tiene doble alcance: funciona como metáfora de una buena paliza, y a la vez puede convertirse en una acción literal, ya que se basa en la realidad más escatológica: si nos pegan lo suficiente, terminamos aflojando el esfínter.  
            Cada tanto me acuerdo de ese insulto, lo repito mentalmente con delectación. Es lo que busco, que me saquen la mierda del cuerpo, preferentemente por medios violentos. Cuando no se quiere entrar en razón, es la única manera.
            La joda en esto viene por el lado de la acción de los terceros. “Alguien” – váyase a saber quién – se ofrecería como voluntario para aplicarme una golpiza que me quite del cuerpo la mierda acumulada. Como un exorcista de grandes aptitudes espirituales luchando contra los demonios que poseen a la chica de la película, un atleta entrenado en la masacre intervendría mi cuerpo para remover toda la materia fecal que impide el correcto funcionamiento de mis engranajes.
            Porque los engranajes funcionan mal, no queda ninguna duda, y es evidente que hay una mierda oscura y humeante que tiene empantanado todo el mecanismo.
            Esto aprendí a reconocerlo gracias a mi madre. No es que ella se dedicara a la pedagogía de la mierda y la violencia, no. Se trata de una lección silenciosa que aprendí más bien por ósmosis, por contagio involuntario. Son esas cosas que nos acostumbramos a ver durante mucho tiempo, hasta que de pronto ya no las vemos más. Y cuando ya no las vemos, es porque se ocultaron en nosotros mismos.
            Ahora despierto de un sueño de varios días, un sueño lleno de los vicios viejos. Los vicios nuevos, no los “novedosos” sino los que el vicioso recién descubre, son pasatiempos de excéntricos y flaneurs; los vicios viejos, esos a los que se vuelve sin saber por qué, son los vicios de los verdaderos viciosos, tanto más tristes y humillantes cuanto menos trabajo les ocupa someternos la voluntad. Decía: vuelvo de varios días de vicios tristes y pequeños, ninguno de los vicios más evidentes sino vicios de obnubilación lenta y solitaria.
Algunos vicios –no se me ocurre llamarlos de otra manera – son como el fusible de la mierda interior, y al reaccionar no queda otro remedio que reconocer la mierda que nos lleva y nos trae en sus mareas subterráneas. Así que necesito una buena paliza para que me la saquen.
            Todo el tiempo anterior, todo el tiempo de “normalidad” serena y templanza de espíritu, fue nomás una fantasía ingenua. Como pegarse una ducha para volverse a ensuciar. No aguanto la normalidad durante mucho tiempo. Y no es que me crea “superior” a la normalidad, sino todo lo contrario. La normalidad, tan accesible y sencilla, me cuesta un esfuerzo insufrible, es un estado de tensión permanente y desproporcionada que, al final, no me lleva a ningún lado, ni me produce el menor resultado. Es inalcanzable, termino desistiendo, soltándola, dejándola que se vaya, y me digo “bueno, hasta acá llegamos”.
            Es que la mierda no está sólo en los intestinos, hay que desalojarla de la cabeza, la misma cabeza con la que miramos y medimos todas las cosas, y en ese proceso de mirar y medir todo queda sucio con lo que llevamos adentro.
            En fin, este no era el tema.
            No hay nadie dispuesto a sacarnos la mierda del cuerpo a patadas, ese es el tema. No es asunto ajeno, nuestra mierda. Podemos (y creo que debemos, o por lo menos esa es la “tendencia”) disimularla lo mejor posible, mientras intentamos eliminarla, si es que nos interesa interactuar en sociedad. Imagino que habrá gente que la disimular mejor, y otros tendrán una mierda simpática y cotizada que no necesitará de ningún disimulo. No tengo esa suerte.
            Honestidad: reconocer que la mierda está ahí, dentro nuestro, siempre, e intentar desalojarla, poniendo en el intento nuestras fuerzas más sinceras. No se puede ser honesto todo el tiempo, a mi no me sale tanta honestidad sin intermitencias.
            Pero insisto con lo importante: no hay terceros (ni segundos) en este proceso. Incluso si hubiera terceros involucrados, cuando “new shit come to light” (como dice el Gran Lebowski) los terceros desaparecen a la velocidad del pedo. Y eso no está mal, ya bastante tiene cada uno lidiando con la mierda propia. Y esta soledad de la mierda es la mejor lección espontánea que aprendí de mi madre, que siempre fue muy buena en estos asuntos.
            Pero cuidado, que todos están acostumbrados a echarle la culpa a cualquiera de los malos olores. Insistiendo con la metáfora hasta el cansancio, pienso en esos rescates a lo “Baywatch” que se nos ofrecen de vez en cuando. ¿Quién no se agarra a un salvavidas en el maremoto de la caca? (y acá hay que hacerse cargo, esto no va por mí, que la cosa me cuesta bastante y lo se, esta va para todos, ¡abrid los ojos! ¡no hay nadie que no nade en el mar de sus deyecciones!); lo que digo es esto: te agarrás a una soga y lo siguiente es bracear y patalear hasta el sofoco en la mierda ajena. Calladito y contento, porque si abrís la boca, resulta que toda la porquería es tuya.
            Así somos todos.
            Al final, mierda y vicio; desconsuelo de los demás, abandono de uno mismo. Y no me cabe en la cabeza esa gente que va nadando estilo rana lo más campante, contenta y sonriente, y así cruza los océanos de la vida, ignorando con qué materia están constituidos. No le sienten ni el olor, peor todavía, ¡le sienten olor a perfume!
            Total, que ya no se entenderá de qué estoy hablando.             

1 comentario:

la Uruguaya Nati dijo...

El instinto neurótico-obsesivo de tratar de sacarse toda la mierda y ser un ser que brilla por felicidad y "limpieza" es demasiado irreal. Yo tmb lo sufro y a mi tmb me atormenta. Pero como la mierda literal, la mierda del espíritu es intrínseca del ser humano, sin ella no crecemos, no nos alimentamos, no evolucionamos. Es el resultado final de estar en contínuo intercambio con el ambiente, el significado de que estás vivo. Solo los muertos no cagan.
Como el chiste que me hizo un querido psicólogo una vez: Se encuentran 2 amigos y uno sufría de una incontinencia fecal. El sano, le pregunta al cagón: "como estás con tu tema con la mierda?". Y el otro le contesta: "Estoy curado!" "en serio? que hiciste?" Y el cagón le contesta: "ahora me cago, pero no me importa".