16/12/09

carta al moderno padre burgués


viejo:

¿vos de alguna forma estarás desaprobando mi divorcio? espero que no, seguro pensarás que este problema personal que tenemos vos y yo es por otra cosa, yo creo que todos nuestros problemas están relacionados

el problema que tenemos es que no podemos hablarnos, no sabemos qué decirnos, yo sin ir más lejos ya no te puedo atender el teléfono, estoy completamente acobardado, no tengo miedo de que pase nada en especial, me asusta tener otra conversación sobre la lluvia, y gracias a Dios que tuve hijos, desde ese momento pudimos agregar un segundo tema de conversación a nuestras interacciones, porque seamos sinceros: esa es toda la relación que tenemos

y vos que sos el padre, ¿no tenés nada que ver con eso? ¿con que nuestra relación sea tan tediosa, impersonal y distante?, creo que sí, ahora que también soy padre te hago responsable: yo estoy entregado por entero y con el corazón a mis hijos, y soy absolutamente incapaz de mentir en este ámbito, pongo todo mi empeño – cada día de mi vida que les dedico – en formarlos como personas, les enseño lo mejor que puedo y con toda el alma, y prioritariamente me interesa que aprendan una sola cosa: a no sentir nunca por mi lo que yo siento por vos, porque creo que estás terrible y definitivamente equivocado

toda la vida sospeché eso, toda la vida me pregunté si estarías o no equivocado, y descubrí de manera irrefutable que si

la prueba que me permitió alcanzar esta convicción me la diste vos, no recuerdo bien cuándo pero creo que fue unos meses antes de separarme, cuando no sé en el contexto de qué conversación (y espero en el nombre del cielo que te acuerdes porque yo jamás voy a olvidármelo) me dijiste: “a partir de determinado momento me estaba llevando tan mal con tu madre, que me vi obligado, sin encontrar ningún otro remedio, a hacerme a un lado, a alejarme de ella, y por lo tanto también de ustedes”, en mi opinión de padre, y sintiendo el amor que siento por mis hijos, y gracias a ese amor, me parece que esa fue una actitud miserable, por ponerle un nombre delicado

y tan en lo cierto estoy como que no se qué despreciable espíritu de rectitud se te metió en el cuerpo, que te arrogas el derecho a huelga de paternidad, y te pasás los días sin llamarme (la última llamada fue tuya, la que no tuve el valor de atender, es cierto, me estaba reservando para desatar la tormenta presente, me disculpo), y me tengo que bancar que desde la altura moral que pretendés ocupar hagas tus viajes sin avisarme – porque ahí fue cuando dejaste de llamarme repentinamente y sin motivos aparentes: una semana antes de tu primer viaje sin avisarme, dejaste de llamar precisamente para eso, para venir sin decirme, y cuando me trajiste los chicos a casa la metiste a mi ex en el auto, manifestación absoluta de tu desinterés en mi vida, porque no encuentro otro motivo para que hicieras eso que no fuera tu voluntad de no visitarme en mi casa, si hubieras tenido algún interés en nuestra relación la hubieras dejado a ella en su casa y me hubieras dado la oportunidad de invitarte a tomar un café y charlar un rato

en ese punto me imagino que también me estarás culpando de alguna retorcida manera por lo sucedido, porque no te llamo por teléfono, porque no te llamo para tu cumpleaños, porque aparentemente yo “falté a la responsabilidad de hijo”: te recuerdo que el que fomentó una relación de distancia y desinterés entre nosotros fuiste vos, desde que tengo memoria, desde el primer momento en que te separaste de mamá, te recuerdo que nunca hiciste absolutamente nada por fomentar otro tipo de relación entre nosotros, que tu aburrimiento de padre era notable desde el primer momento, incluso para un chico de 8 años, te recuerdo que no tengo la costumbre de llamar por teléfono a extraños desconocidos que confesadamente no tienen ningún interés en mi vida, ni si quiera para sus cumpleaños, te recuerdo también que tus espantosas conversaciones sobre el clima no son desde ningún punto de vista una relación normal entre padre e hijo, esas conversaciones que durante años fue lo único que me diste (descontando los gritos cada vez que intenté hablar de otra cosa), conversaciones que ya se me hace imposible sostener

he aquí algunos efectos paradójicos del tiempo: me pasé años reservándome estas opiniones primero por cobardía, después por cuidar tu relación con mis hijos, pero recién ahora, en este último mes de silencio, pude darme cuenta de cómo funcionan todas estas cosas; y después de tantos años, ahora que finalmente veo claro y me siento capaz de soltar la lengua y explicar lo que me pasa, vengo a descubrir que no te importa, que nunca te importó, y sólo porque no te importa lo que sea de mi y de mi vida, hiciste las cosas que hiciste, y te manejaste como hemos visto

mi problema actual radica en lo siguiente: no me agrada pensar que mis hijos corren el riesgo de que les hagas a ellos lo que hiciste conmigo, y todo indica que vamos camino a eso, porque si se lo hiciste a tu propio hijo ¿qué impide que se lo hagas a ellos?, pero por el contrario, si no fueras capaz de hacérselo a ellos, si sos capaz de verdadera rectitud para con mis hijos como no lo fuiste conmigo, eso no sería nada más que otra comprobación del desamor que tuviste conmigo

aclaremos qué fue lo que hiciste: transformaste tu relación padre/hijo en una distante y fría ecuación de dinero, y en algún momento del proceso me hiciste creer que el culpable era yo (tal vez porque así descargabas un poco tu propio sentido de la culpa), y además de haber decidido un corte emocional entre vos y yo (eso según tu propia confesión ya citada), cada vez que la situación te pareció demasiado onerosa retrocediste en franca retirada, sin arredrar aún en los casos que concernían a mi educación (te agradezco haber educado más o menos a la vista a tus nuevos hijos, los hijos de tu segundo matrimonio, en quienes hiciste verdaderas “inversiones”, lo que inevitablemente me permitió establecer un notable punto de comparación)

y veo que también estás transformando en ecuaciones económicas tu relación con mis hijos: comprás ropa, zapatillas, me diste plata el día que internaron al mayor, ese fue tu “gran final”, entiendo que le diste plata a mi ex en algún momento difícil, siempre estás ahí, sos el tipo solvente que tiene para las emergencias, el gran éxito del derecho, y también el que sólo sabe llorar por la plata, te voy a contar una cosa: a mi me falta plata de verdad, que todo lo que tengo lo recibo el primero de mes y me la paso luchando para que llegue al treinta, y me la banco y soy feliz, así que no llores más porque no necesito para nada un solo peso salido de tu bolsillo, vamos a dejarlo claro (porque la última vez que hablamos esto casi te morís de un infarto y me gritaste tanto que resultó imposible hacer llegar alguna idea a tu cerebro), a mi la plata no me interesa ni remotamente como a vos, no soy ni lejanamente tan morboso con el dinero

estoy seguro de que un día mis hijos te van a parecer un hobbie muy caro, vos que los estás amaestrando en la plata, asumiendo que sólo vos podés decidir en este mundo cuánto cuestan las cosas, un día alguno te va a decir “quiero esto” y no te va a gustar el precio, y vas a salir corriendo y los vas a lastimar sin ningún cargo de conciencia, así como no la tuviste conmigo

y vas a pensar “que malos nietos que tengo, sólo se acuerdan de mí para pedirme plata”, y no vas a reconocer que nunca fuiste capaz de generar otro vínculo con ellos, porque no sabés generar otros vínculos con nadie, por lo menos con nadie que yo conozca personalmente, y esto fue lo que descubrí ahora que no tenés problema en mostrarle a mis hijos lo mal que te llevás conmigo, lo que será inevitablemente un mal ejemplo para ellos, porque nuestra pésima relación se reflejará en la relación que yo estoy construyendo con ellos, y no quiero que mis hijos registren en ningún momento una relación de padre/hijo como la que tenemos nosotros porque, como ya te dije, no quiero que sientan lo que yo siento por vos, yo los quiero de verdad, no se si sos capaz de entenderlo, yo no quiero hablar con ellos sólo del clima durante más de veinte años, no quiero que se aburran conmigo, no quiero que me vean como a un extraño, no quiero que estén lejos, quiero conocerlos, quiero conocerlos con el corazón y que sean siempre mi familia, sin un solo minuto, ni un solo minuto fuera de mi vida, y no sé si sos capaz de entender eso justo vos que pasaste años completos fuera de mi vida: yo no podría tomar jamás la decisión que tomaste vos, la decisión de alejarlos, que en definitiva es la decisión que determinó, desde entonces, todas nuestras relaciones

así es como veo las cosas, en un ámbito filosóficamente más abierto: tu personalidad toda pasa por el dinero, en términos de cantidades, tener o no tener, dar y pedir, y todo lo demás viene subordinado, incluidos la moral, yo, y por lo tanto también mis hijos que son lo importante, no me caben dudas de esto, y aún en el caso de que nunca les hagas ningún daño tangible, evidente e inmediato, considero que esta afición pecuniaria tuya es nefasta como modelo

lamentablemente me siento paralizado y no estoy de acuerdo conmigo mismo sobre cuál puede ser la solución al problema que se me plantea, hasta el momento sólo alcancé la capacidad de expresarlo, no puedo resolverlo, pero me interesa transmitírtelo como el “motivo” por el cual no te atiendo el teléfono

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